viernes, 20 de noviembre de 2009

Amedeo Modigliani. 1era. Parte


El pintor italiano llevó la vida típica de artista bohemio, marcado por las drogas, el alcohol, las mujeres, la pobreza y la enfermedad.


Flaminio Modigliani y Eugenia Garsin se casaron a principios de 1872, en Livorno, una ciudad de la costa toscana en Italia. Ambos contrayentes eran judíos sefarditas.
Flaminio había nacido en Roma, tenía 32 años de edad y ejercía como prestamista. Eugenia tenía 17 años, había nacido en Marsella y, además de francés, hablaba inglés e italiano y era una joven muy culta. A finales de 1872, les nació su primer hijo: Emanuele; en 1874, Margherita; y en 1878, Humberto.

El 12 de julio de 1884, Eugenia trajo al mundo a su cuarto hijo: Amedeo. Su marido se había declarado en bancarrota y justo en ese momento se presentaron en su casa los funcionarios de justicia para embargar todos sus bienes. Flaminio corrió de un lado a otro amontonando en la cama todas las joyas y objetos de valor que aún poseían, acogiéndose a una singular ley italiana que establecía que una mujer embarazada o que hubiera dado a luz recientemente, podía conservar la cama y todas las pertenencias que estuvieran sobre la misma.
-Esta pequeña fortuna nos servirá para instalarnos en una casa más modesta -le dijo Flaminio a Eugenia.
Nadie podía imaginar que Amedeo, el pequeño que acababa de nacer, llegaría a convertirse en uno de los pintores más famosos, finos y originales del siglo XX.

Flaminio trabajó en negocios mineros y Eugenia abrió una escuela de lenguas en la nueva casa, a la vez que se dedicaba a la traducción de poemas. En 1886, Isaac Garsin, el padre de Eugenia, llegó de Francia para vivir en casa de su hija.
-Te ayudaré económicamente -le dijo a Flaminio y a Eugenia.
El abuelo fue el mejor amigo de Amedeo "Dedo" en la infancia y la adolescencia. Juntos caminaban por las calles de la ciudad o a lo largo de la costa. Isaac hablaba seis idiomas y era un hombre de una vasta cultura. Orgulloso de su origen judío, introdujo a su nieto en la filosofía y el gusto por la Cábala. "Dedo" aprendió a recitar de memoria fragmentos de la obra de Dante y Petrarca.

Cuando él tenía 10 años de edad, su abuelo murió, lo que le causó un inmenso dolor. En 1895, a los 11 años, "Dedo" pasó de la escuela primaria al liceo. Poco tiempo después padecía de una pleuresía que lo obligó a guardar cama muchas semanas. Como le gustaba dibujar, su madre le compró materiales para que se entretuviese, y según el biógrafo Alfredo Werner en su libro Modigliani, Eugenia tuvo una premonición. "Dedo se comporta como un niño mimado, pero no le falta inteligencia. Tendremos que esperar y ver qué hay dentro de esa crisálida. ¿Quizás un artista?", escribió en su diario.

En 1898 dejó por completo el liceo y su madre lo matriculó en la Academia de Bellas Artes de Livorno, con el pintor Guglielmo Micheli, seguidor del movimiento macchiaioli, que pintaban con manchas. Allí se hizo amigo de Oscar Giglia. Poco tiempo después, Amedeo contraía la fiebre tifoidea y durante un mes estuvo al borde de la muerte. En sus delirios gritaba su deseo de ser artista y revelaba que en sus sueños veía sus obras en el Museo Uffizi, en Florencia.
Aunque "Dedo" se recuperó, su salud quedó debilitada para siempre, y en julio de 1900 enfermó de tuberculosis pulmonar. Los médicos recomendaron:
-Deben buscarle un clima más favorable, para que se recupere.
Su madre lo llevó una larga temporada al sur de Italia, y estuvieron en Nápoles, Capri y Amalfi. En Roma visitaron las galerías de arte y los museos, y él reafirmó sus deseos de profundizar en la práctica artística.
En la primavera de 1902, ya repuesto, "Dedo" se fue a Florencia donde aprobó el examen en la Escuela Libre de Desnudo. El visitaba el Uffizi y recorría los lugares artísticos más históricos de la ciudad, admirando las obras de los grandes maestros.

Al año siguiente se fue a Venecia a estudiar en el Instituto de Bellas Artes y aprendió la técnica pictórica y, especialmente, la del desnudo femenino, que acabó siendo su sello de identidad. Allí entabló amistad con el pintor chileno Manuel Ortiz de Zárate.
En la Bienal de Venecia, Modigliani descubrió a los grandes pintores simbolistas del momento y sus cuadros. El iba a la biblioteca, donde leyó a los grandes poetas franceses como Rimbaud y Baudelaire.

Emancipado de la tutela familiar, en Venecia Modigliani inició su vida de bohemio. Asistía a reuniones ocultistas, comenzó a consumir drogas y salía a divertirse con muchachas protegidas por el barón Croccolo. Un día le escribió a su amigo Oscar Giglia diciéndole:
"Quisiera que mi vida fuera un torrente fértil que recorra la tierra con alegría. Soy rico, estoy lleno de ideas, y sólo necesito trabajar. Un burgués me dijo hoy que mi cerebro estaba siendo desperdiciado. Me hizo mucho bien. Todos deberíamos recibir un recordatorio como ese cada día".

En el Café Florian de la plaza San Marco, Modigliani conoció a los jóvenes estudiantes italianos Soffici y Papinni, quienes, como él, estaban destinados a ser famosos. Ellos le recomendaron:
-¿Por qué no te vas a París? Allá es donde germina la vanguardia del arte.

Modigliani tenía 22 años y llegó a París en 1906. Se instaló en un hotel bastante caro, y recorría los museos y galerías deslumbrado con las obras que veía. En la de Georges Petit quedó fascinado ante la pintura de un cuervo del período azul de Picasso.
A los pocos días vio a Picasso frente a un café y se le acercó, diciéndole:
-Perdón... ¿No es usted monsieur Picasso? Mi nombre es Amedeo Modigliani. Soy de Livorno, Italia.
A Picasso, que tenía 26 años entonces, le sorprendieron los elegantes modales de Modigliani y su fino traje italiano.
-¿Eres pintor? -le preguntó.
-Sí, soy pintor. Lo invito a una copa aquí o en otro café en la rue Royale, cerca del hotel donde me estoy hospedando.
-No, mejor aquí. ¿Por qué se está quedando en un hotel? Es absurdo.
-Es que soy extranjero.
-Yo también lo soy. ¿Por qué no trata de encontrar un estudio en Montmartre, donde viven la mayoría de los pintores?

El le recomendó el falansterio, donde tenía su estudio, y lo invitó a que lo visitara para mostrarle algunas obras.
-Es mi turno de invitarlo a una copa -dijo Picasso-, pero no tengo suficiente dinero conmigo.
-Monsieur Picasso, no se ofenda y déjeme invitarlo a otra copa. No soy rico, pero mi familia no me desatiende. Permítame prestarle un franco o dos...
-¿Por qué no? -replicó Picasso.
Según André Salmon en su libro Modigliani, a memoir, muchos años más tarde Picasso encontró una noche embriagado a Modigliani en Montparnasse y liquidó aquella pequeña suma colocando 100 francos en el bolsillo de la chaqueta del pintor.

Modigliani se mudó a Montmartre, pero a una habitación que alquiló en el borde de Maquis, rodeado de un ambiente burgués como el de Livorno, que incluía un piano.
El se inscribió en la Academia Colarossi y había adoptado el garbo bohemio, pero aun así, se veía muy elegante y aseado. Usaba traje de pana ocre brillante, camisa amarilla, faja y bufanda rojas, y un sombrero negro de ala ancha. Poseía una belleza sobrenatural, y se convirtió en el pintor más deseado de todas las modelos. Estas casi siempre terminaban haciendo el amor con él.

A pesar de la impaciencia que había mostrado por conocer a Picasso, no lo visitó; lo veía en los cafés de Montmartre, donde también conoció a Max Jacob, Van Dongen, Apollinaire, Diego Rivera, Soutine, Marinetti, Utrillo y otros personajes de la vanguardia de París. Las polémicas en que participaba eran muy interesantes y todos podían apreciar que él hablaba el francés sin acento, y que poseía una vasta cultura.
Aclimatado ya al ambiente artístico de Montmartre, y con pocos recursos, Modigliani se mudó al ruinoso edificio del número 13 de la calle Ravignan que Max Jacob había bautizado como Bateau Lavoir (Barco lavadero). Allí tenía Picasso su estudio.

En París había dos bandas en pugna: la de Picasso con el cubismo, un nuevo concepto estético caracterizado por representar los objetos bajo formas geométricas, y la de Matisse: los fauves (fieras), un movimiento pictórico de características expresionistas que usaban colores intensos, principalmente el verde. Pocos artistas quedaron al margen de esas tendencias y fueron: Marinetti con el futurismo, y Utrillo, Soutine, y Modigliani, que buscaban su estilo.
Para vencer la soledad, Modigliani sucumbió ante el alcohol y las drogas.
Según el historiador Herbert Lottman, autor del libro Modigliani: príncipe de Montparnasse, Picasso le reprochaba su actitud, y como el pintor español era como un dios para el italiano, sus regaños le humillaban más que los de otras personas; pero entre ambos nunca existió hostilidad. En 1916, Modigliani le hizo un excelente retrato a Picasso.

Modigliani admiró el estilo modernista de Toulouse-Lautrec. Uno de los pocos cuadros suyos que sobrevivieron esa época, Head of a Young Woman, muestra como al principio usaba gruesas líneas oscuras para definir las figuras.
El primer cuadro que Modigliani vendió fue The Jewess, un retrato de una mujer desconocida que refleja la melancolía del período azul de Picasso, y fue el joven Dr. Paul Alexandre quien se lo compró.
-Ha sido un gran aliciente, ya que soy un pintor desconocido -dijo Modigliani.

En 1909, el Dr. Alexandre le encargó su retrato y Modigliani lo pintó sobre fondo verde, mientras el galeno posaba delante de su cuadro The Jewess. Alexandre le compró varios cuadros más y le consiguió encargos, entre ellos el retrato La amazona, para el cual posó la baronesa Marguerite de Hasse de Villers. Según Paul Alexandre en su libro Unknown Modigliani, a la aristócrata no le gustó la pose arrogante, ni la masculinidad del vestuario, ni mucho menos cuando Modigliani decidió cambiar el color rojo de la chaqueta por amarillo.
-No se parece en nada a mí -comentó la Baronesa y rechazó el cuadro.
Pero La amazona fue una obra maestra. Estaba claro que Modigliani no quería ser el retratista de la Belle Epoque, sino que perseguía su propio estilo. Retratos de una sola figura con cuerpos alargados, cuellos largos y líneas distorsionadas que reflejaban su individualidad. Modigliani pintó El violonchelista, con notable influencia de Paul Cézanne. El amaba el desnudo femenino y realizó varías obras con mujeres sentadas o acostadas sobre su espalda.

Fuente:Eunice Castro Orchillés

No hay comentarios: